4 mar 2007

Petit Thouars y Hermasia Paget

Petit Thouars y Hermasia Paget

Cuando Chile sembró el asesinato y el saqueo en Lima

Monumento Bergasse du Petit Thouars hermasia paget
Monumento a
Petit Thuoars
La madre
Hermasia Paget

Tras la nefasta intervención de Allan Wagner ―durante el primer gobierno de Alan García― para someterse a Chile, aceptando cambiar los textos escolares de historia, vemos que el resultado es el lavado cerebral de nuestros escolares. Una consecuencia es la difamación contra el almirante francés Bergasse du Petit Thouars, quien aparece como un rufián metalizado que actúa para defender inversiones europeas en el Perú, sin mirar el horror de los crímenes chilenos.

La oportunidad es propicia para recordar la verdad y poner de relieve el trasfondo de la intervención de Petit Thouars. Líneas abajo veremos que su actuación respondió a ideales humanitarios, pues era católico practicante, sumado a eso la amistad que lo unía a la madre francesa Hermasia Paget, superiora del Colegio Belén.

Se ha dicho y escrito mucho sobre la ocupación de la capital peruana por las tropas invasoras chilenas en enero de 1880, luego de las batallas de San Juan y Miraflores, en las que civiles precariamente entrenados y armados, junto con los restos del ejército regular, trataron sin éxito de contener la arremetida de los criminales chilenos.

Es bueno entender el significado de esta infausta acción militar: que se sepa, es el primer y único caso de un país latinoamericano que vio ocupada su capital por fuerzas adversarias. Ningún otro país de América Latina ha sufrido tamaña humillación. En todos los otros casos de guerras entre países de América Latina, los enfrentamientos siempre se han producido en las fronteras, con ataques y contraataques, pero de allí no ha pasado la cosa. En cambio con el Perú ocurrió lo peor, esto es, que el enemigo se instale en la capital del país agredido y gobierne y administre el país.


Mientras que el almirante Miguel Grau ordenaba el recojo de los náufragos chilenos a quienes tomaban prisioneros diciendo:
¡Viva el Perú generoso!”, respetando escrupulosamente la Convención de Ginebra de 1864, los chilenos se ensañaban con los heridos peruanos, practicando el repase, que era el destripamiento de los heridos usando bayonetas.

Por supuesto que la ocupación de Lima se hizo con todos los agravantes: los militares chilenos cometieron robos, incendios, violaciones, saqueos, asesinatos, destrucción. Los invasores actuaban con tanta codicia que hasta rompían los pisos de las residencias para robar el mármol. Si no hubiese sido por la intervención del almirante francés Bergasse du Petit Thouars, Chile hubiese arrasado completamente nuestra capital.

Pero en la intervención de Petit Thouars tuvo que ver la superiora del Colegio Belén, Hermasia Paget, religiosa de la orden de los Sagrados Corazones. A su retorno a Lima desde Valparaíso, en enero 10 de 1881, lo primero que hizo el almirante fue visitarla, y le manifestó "vengo a salvarlas, la tripulación de la Victorieuse está a sus órdenes" y ofreció trasladar la tripulación a otro vapor de la escuadra para que la comunidad en pleno y las familias que la madre designara fueran a asilarse a bordo. La madre agradeció el ofrecimiento pero decidió permanecer en el Convento. Unas horas después Petit Thouars envió al colegio un grumete para que en lo más alto de un pino enarbolase la bandera francesa, como símbolo de protección. Ante la preocupación de la superiora, el almirante respondió: "no tenga cuidado madre pues si se atreviesen los enemigos a bombardear Lima, a saquear esta ciudad o a cometer otros crímenes, le aseguro que al primer disparo echo a pique su escuadra; y diga usted a las familias de sus alumnas que pueden estar tranquilas en su Convento". Luego reiteraría su ofrecimiento de asilo en la Victorieuse y más tarde referiría a la madre la visita que hizo junto con el ministro francés y el almirante inglés al jefe chileno Baquedano para manifestarle su decisión de defender Lima. Lo hizo con tal firmeza de carácter que el jefe enemigo cedió.

Los objetivos que Chile perseguía con la ocupación de Lima eran múltiples: a) dar el golpe de gracia a lo que quedaba de resistencia armada de los peruanos; b) exigir de la clase dirigente peruana una posición prochilena más clara y transparente; c) fortalecer a peruanos que exteriorizaron radicalmente su amor a Chile, para que ellos se hagan cargo del país al momento de retirarse. Todos estos objetivos se cumplieron: a) implantaron el gobierno títere de Miguel Iglesias que, armado por Chile, combatió al Mariscal Cáceres con más rigor que los mismos chilenos; b) lograron que luego de la guerra el entrenamiento militar de los peruanos estuviese a cargo de la Misión Militar Francesa, con lo cual Chile logró purgar de la fuerza armada peruana a los militares nacionalistas de Cáceres; y c) hasta el día de hoy la clase dirigente peruana (incluyendo políticos, militares y diplomáticos) es prochilena hasta la médula (aceptan todo lo que Chile desea y premian la usurpación territorial fomentando descaradamente el comercio con ese país y ayudándole a resolver sus problemas).

En años inmediatamente anteriores a 1879, los políticos peruanos a sueldo de Chile ponían mil pretextos —tal como sucede hoy con el gobierno Alan de García— para impedir que el Perú se armara adecuadamente, conducta que dio sus resultados, y la guerra nos encontró en completa desventaja frente a los chilenos. Para esta clase dirigente que en parte sufrió las consecuencias de la guerra que provocaron por su negligencia, la invasión fue sólo un accidente; como clase rectora del Perú una y otra vez ha demostrado su lealtad a Chile (se cumple aquello de “más me pegas, más te quiero”), haciendo o dejando de hacer, según convenga a su patrón sureño. Veamos: Alberto Fujimori realizó las privatizaciones para favorecer a Chile y abrió de par en par las puertas de nuestro país a inversionistas chilenos, con los resultados ya conocidos; Alan García mantiene esta situación y profundiza todo lo que a favor de Chile hizo Fujimori, y sigue facilitando cielos abiertos para Chile; además, ha rendido pleitesía a la presidenta Bachelet y le ha ofrecido vender más gas para beneficiar a Codelco.


Respecto de la ocupación militar chilena de Lima, hay un aspecto insuficientemente conocido en el público; la gente cree que los invasores llegaron acá a sangre y fuego con un plan premeditado de llegar hasta Cajamarca, como ocurrió (allí se libró la batalla de San Pablo, entre patriotas cajamarquinos y los agresores). La verdad es que Chile planificó su robo territorial teniendo por objetivo ocupar los departamentos peruanos de Tarapacá, Tacna y Moquegua y bombardear con su escuadra todo el resto del litoral, para causar destrucción e impedir el comercio marítimo, todo con el propósito de terminar de debilitar al estado peruano y obligarlo a aceptar la invasión chilena de nuestro litoral sur. Jorge Basadre, en el capítulo VII de su Historia de la República del Perú dedicado a la guerra con Chile, anota cuál era la actitud del jefe de estado chileno: “El Presidente Pinto, por lo menos después de la muerte de Sotomayor, se declaró hostil a la expedición a Lima. Temía los gastos y creía que el Perú no iría a la paz sino cuando se viera aniquilado y exhausto. […] Sin embargo, la opinión pública, los miembros del Congreso, los periódicos, los jefes militares querían ir a Lima”. Esto significa que la elite política y militar de Chile sólo tenía planeado usurpar nuestros territorios hasta Moquegua, consolidarse allí, asesinar y desalojar a los peruanos de esos lugares, nada más; pero la mayoría de la población y de los políticos deseaban saquear Lima, cosa que consiguieron.

Fuente:

http://connuestroperu.com/index.php?option=com_content&task=view&id=119&Itemid=30

3 mar 2007

¡Infamia contra escolares al descubierto!

¡Infamia contra escolares al descubierto!

Niños reciben veneno chileno

¡Escolares aprenden que no tenemos héroes, que Grau fue un cobarde y que Petit Thouars actuó por interés!

francisco bolognesi Este informe revelador pone en evidencia que la infiltración chilena tiene colaboradores en el Ministerio de Educación para lograr su siniestro propósito de denigrar la verdadera Historia del Perú.
De hace buen tiempo se ha denunciado —sin que se haya desmentido— la existencia de un convenio firmado durante el primer gobierno de Alan García, mediante el cual las cancillerías de Perú y Chile se comprometían a promover la preparación de libros de historia que contribuyeran a fomentar la “paz” y “amistad” entre Perú y Chile. El acto fue perpetrado por Allan Wagner desde Torre Tagle. Uno de los primeros frutos para Chile es el ingreso a nuestras Fuerzas Armadas de jóvenes que, así formados, son elementos prochilenos sin ningún sentimiento patriótico.

Planteadas así las cosas, parecería ser simplemente un asunto de la esfera cultural-educativa sin mayor trascendencia. Sin embargo, el propósito perseguido por Chile era —y ha sido siempre— eliminar de la enseñanza de la Historia del Perú todo aquello que permitiera al adolescente, futuro ciudadano, tener una actitud reflexiva que le haga entender que la guerra del Pacífico no fue un episodio aislado sino la realización de un premeditado proyecto chileno de apoderarse de territorios de Bolivia, Perú y Argentina, propósito que Chile mantiene inalterable hasta la fecha, con la ayuda de gobiernos peruanos traidores y corruptos.

Para ser más precisos, lo que busca Chile en la enseñanza de la Historia del Perú es lo siguiente:

  1. En general, que se vea el conflicto de 1879-1883 como algo pasajero y a Chile como un país pacífico e inofensivo;
  2. Presentar la guerra como algo que sucedió por una provocación de Perú y Bolivia;
  3. Ocultar la conspiración que durante décadas se gestó en Chile para robar territorios del Perú, que empezó desde 1830, y se concretó en la invasión del Perú durante la Confederación Perú-Boliviana (que Chile destruyó entre 1836-1839), y que continuó con una intensa y prolongada campaña publicitaria, política y psicológica que preparó las condiciones para la siguiente agresión, la de 1879;
  4. Borrar de los textos escolares de Historia del Perú la mención de los asesinatos, violaciones, saqueo y terrorismo que Chile puso en práctica durante la guerra;
  5. Minimizar y difuminar el conocimiento de los abusivos tratados que Chile impuso al Perú por la fuerza de las armas, y cómo los ha incumplido siempre, hasta el día de hoy, pesa a que le son beneficiosos;
  6. Ocultar a los jóvenes peruanos que la conspiración chilena de robar territorios continúa hasta la fecha.
Como esta enumeración necesita una muestra que ponga en evidencia cómo se está cumpliendo ese convenio que permite a Chile dirigir la enseñanza de la Historia del Perú en nuestros colegios, nos referimos a un libro escolar publicado en 2001 por la editorial Santillana (¡ojo, no es peruana!), que lleva por título Huellas 3 / Estudios sociales, y que contó con la colaboración —como “especialistas de área”— de Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides1.

Para empezar, notemos que el libro no es de “Historia del Perú” sino de “Estudios sociales”. Para debilitar el contenido histórico a favor de Chile, se fueron haciendo cambios en los planes de estudios del ministerio de Educación del Perú, para que el resultado final respondiera a los designios de Chile, país promotor de las modificaciones. La idea es “integrar” áreas de conocimiento para desnaturalizar el contenido específico de la información sobre la guerra de 1879. Los chilenos y sus sirvientes peruanos promotores de estas modificaciones han tenido claro que si el curso y el libro se llamaran “Historia del Perú”, los contenidos deberían ser más concretos, más comprometidos con los intereses del Perú; pero si los planes de estudio del ministerio de Educación del Perú hablan de área de “Ciencias sociales” o “Estudios sociales”, todo tiene que ser más relajado, menos esclarecedor.

La historia del Perú es la más rica de América y debería, por tal razón, constituir curso aparte, lo cual sería un elemento decisivo para forjar la autoestima de la juventud y su amor a la Patria peruana, cosa que de ninguna manera conviene a Chile y sus agentes peruanos rentados en el Perú. Como están las cosas, es necesario especificar que lo deseable es el amor a la Patria peruana, puesto que el dolosamente contrahecho sistema educativo peruano condiciona a nuestros jóvenes para que amen a Chile o por lo menos sean indiferentes ante sus robos y tropelías.

Ejemplos de la manipulación

Sobre la guerra que contra el Perú hizo Chile entre 1836 y 1839, para oponerse a la Confederación Perú-Boliviana, que el libro Huellas 3 / Estudios sociales trata de las páginas 102 a 104, dedica un párrafo a la oposición chilena a la Confederación y dos a la oposición peruana (p. 104), esto es, un párrafo se ocupa de las posiciones adversas a la unión que había en el Perú y otro a los exiliados peruanos que desde Chile ayudaron en la invasión. Vistas así las cosas, más culpa tendrían los mismos peruanos que desde su suelo nativo y desde Chile lucharon contra la Confederación entre Perú y Bolivia. Estos datos del libro ocultan dos aspectos fundamentales: 1) el declarado propósito chileno, anterior a 1836, de atacar y debilitar al Perú para ser sólo ellos la potencia dominante en el Pacífico sur; 2) el incumplimiento chileno de tratados internacionales, una constante de nuestro enemigo del sur.


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Wagner: Ejecutor de la infamia
Aquí tenemos que precisar lo de incumplimiento de tratados. En octubre de 1837, el ejército chileno al mando del general Manuel Blanco Encalada desembarcó en Quilca y se dirigió a Arequipa, porque tenía información de que iba a haber sublevaciones que favorecerían los propósitos de los invasores. Sin embargo, lo que ocurrió es que el mariscal Santa Cruz, presidente de la Confederación Perú-Boliviana, llegó con sus tropas a una parte alta de Arequipa (Paucarpata), a tiempo para contener a los agresores chilenos. Éstos, al ver que no se presentaban las condiciones de caos que esperaban, se acobardaron y se rindieron, para evitar que Santa Cruz los destrozara. Entonces, el general Blanco Encalada firmó en Paucarpata un tratado por el que Chile se comprometía a no tomar las armas nunca contra el Perú. Santa Cruz cometió el fatal error de permitir que los rendidos chilenos regresaran con sus armas a su país. Como los chilenos deseaban de todas maneras agredir al Perú, en diciembre de 1837 desconocieron dicho tratado2 firmado por Blanco Encalada, y en enero de 1838 empezaron nuevamente sus ataques al Perú, mediante su escuadra. Chile no cesó sus campañas militares, ocupando Lima3 el 21 de agosto de 1838 y combatiéndonos hasta que en la batalla de Yungay, el 20 de enero de 1839, consiguieron el triunfo definitivo sobre la Confederación Perú-Boliviana.

Más perlas del libro basura. Al ocuparse de la guerra de 1879, en la p. 148, el libro Huellas 3 / Estudios sociales describe sucintamente la invasión chilena de Lima, pero no menciona para nada lo que sucedió en Chorrillos (saqueo, incendio, asesinatos y violaciones) ni el propósito del invasor de destruir totalmente nuestra capital. En la misma p. 148, en un recuadro titulado “Los gobiernos extranjeros y la protección de Lima”, escriben: “El cuerpo diplomático y los jefes de las estaciones navales situadas en el Callao (Francia, Inglaterra e Italia), presididos por el vicealmirante Abel Bergasse du Petit Thouars, consideraron necesario impedir que Lima corriese la misma suerte que Chorrillos, tanto por la importancia de la ciudad como por los grandes intereses comerciales extranjeros existentes en la capital”. Lo grotesco de este párrafo es que los cinco autores traidores, ganados por su afán de meter tijera a todo lo que deje mal parado a Chile, mencionan lo de Chorrillos (“impedir que Lima corriese la misma suerte que Chorrillos”) olvidando que en el lugar correspondiente4 habían omitido describir las salvajadas que los ladrones y asesinos chilenos cometieron en ese balneario. Pero lo más grave de todo es que envilecen el noble gesto de Petit Thouars y los extranjeros residentes en Lima, quienes actuaron en un gesto humanitario y de amistad. El libro basura envenena la mente de nuestros escolares diciéndoles que esas acciones obedecieron a intereses económicos del almirante francés y los demás extranjeros.
La editorial Santillana, mediante el venenoso libro que comentamos, sin mostrar ningún respeto por el país que le permite hacer negocios, hace más todavía por favorecer a Chile. No dedica ni una línea para describir la campaña terrorista que desarrolló el militar delincuente chileno Patricio Lynch, cuyas tropas recorrieron el norte del Perú incendiando y dinamitando todo lo que podían; y así bajo amenaza de muerte y de incendiar los pueblos cobraban cupos a la población, y fusilaban a civiles peruanos cada vez que nuestras guerrillas patriotas causaban bajas al ejército asesino procedente de Santiago de Chile. ¿Qué derecho tiene la editorial extranjera Santillana de utilizar a los sirvientes Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides para que distorsionen de esta manera la Historia del Perú? ¿Acaso los jóvenes peruanos no tienen el derecho de saber el enorme daño que Chile hizo y hace al Perú?

No hay héroes peruanos. ¿Qué dice este libro al ocuparse de Francisco Bolognesi? Le dedica seis líneas, en ninguna de las cuales emplea la palabra héroe ni habla del sacrificio del coronel y sus valientes oficiales y soldados. Simplemente dice que “se negó a rendirse”, esto es, fue un terco u obstinado que no entró en razones ante el enemigo que lo tenía completamente rodeado. En cuanto al almirante Miguel Grau, en la p. 147 emplean el título “Las correrías del Huáscar y el combate de Angamos” para referirse a su actuación en defensa de la patria; es significativo que utilicen la palabra “correrías”, como si el almirante hubiese sido un individuo al margen de la ley ("correría" también significa saqueo). No sólo eso, el segundo párrafo bajo el mencionado título de “correrías” exhibe las siguientes palabras: “… Rebolledo dividió en dos a su escuadra y emboscó a Grau en Angamos el 8 de octubre. Éste intentó escapar, pero se vio rodeado por toda la escuadra chilena”. ¿Por qué los sirvientes Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides no dieron un paso más y dijeron de una vez que Miguel Grau fue un cobarde, pues no otra cosa es quien intenta escapar? Por supuesto que en ninguna parte de los párrafos destinados a Miguel Grau lo llaman héroe. Si Grau y Bolognesi no merecen la denominación de héroes5, ¿qué se podría pensar de los miles de combatientes anónimos que defendiendo la patria fueron asesinados por los chilenos? ¿Qué identidad nacional, qué conciencia nacional, se está formando con estos libros asquerosamente escritos por mandato y voluntad de Chile?

Historia que no enseña. En capítulo 8, sección 8.4 (“El fin de la prosperidad y el inicio de la crisis”), mencionan el desenvolvimiento político y económico del Perú, los préstamos de la casa Dreyfus a cuenta del guano y finalmente la bancarrota que ocurrió durante el gobierno de Manuel Pardo. Sin embargo, nada dicen de las desoídas advertencias que se daban en el Congreso de la República sobre la amenaza militar del armamentismo de Chile, que posibilitó la agresión de 1879-1883. Es muy necesario enseñar a los jóvenes peruanos lo que ocurre cuando un país no se prepara para la defensa ni compra el armamento necesario. Este silencio del libro responde al deseo chileno de bajar el estado de alerta de los peruanos, para acostumbrarlos a mirar sin preocupaciones cómo se va armando cada vez más el enemigo del sur. Dentro de este traidor y criminal propósito de desinformación de Santillana y sus cinco chulillos (Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides), es impensable que el libro siquiera intente explicar lo que está ocurriendo en la frontera terrestre (control chileno de 35 000 m2 de tierra tacneña) y lo que pasa en el mar (Chile ya ejerce control en mar territorial peruano, que en las costas de Moquegua y Tacna no se extiende hasta las 200 millas que creemos que tiene).

En la p. 150, que se ocupa del tratado de Ancón que Chile impuso al Perú el 20 de octubre de 1883, los cinco felipillos de Huellas 3 / Estudios sociales mencionan que entre lo pactado entre Perú y Chile estaba: “La retención por diez años de Tacna y Arica —conocidas desde ese momento como provincias cautivas—, las que continuarían poseídas por Chile y sujetas a legislación y autoridad chilena. Finalizado este plazo, se decidiría mediante un plebiscito si estas provincias quedaban en poder de Chile o se reintegraban al Perú.” Para limpiar la imagen de sus patrones chilenos, los cinco sirvientes (Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides) no mencionan que Chile, entre otros puntos, incumplió la cláusula que establecía el plebiscito6 que debía decidir la suerte de Tacna y Arica.

Se puede señalar más muestras de la colusión de los autores mercenarios de la editorial Santillana con los intereses chilenos. Si hoy no se supiera nada de la existencia del traidor convenio de 1985 entre las cancillerías de Chile y Perú, leyendo libros como el mencionado tendríamos que llegar, de todas maneras, a la conclusión de que la enseñanza de la Historia del Perú es manipulada y dirigida por los chilenos. ¡Y pensar que los padres de familia confían en la seriedad de los libros que compran para la educación de sus hijos! Dejar la enseñanza de la Historia del Perú al arbitrio de libros como Huellas 3 / Estudios sociales y sus corruptos autores es como dejar la enseñanza de Educación Cívica en manos de adictos a la droga, prostitutas, ladrones o asesinos. Ni más ni menos.

¿Los jóvenes que estudian con libros como Huellas 3 / Estudios estarán en condiciones de entender las noticias sobre la actual usurpación de 35 000 m2 de territorio tacneño y el apoderamiento de Chile de nuestro mar territorial? ¿Podrán esos jóvenes comprender que es traición a la Patria y a los héroes vender gas a Chile o dejar que sus aviones utilicen los cielos peruanos?

Los culpables

El Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Educación y el SUTEP comparten complicidad al haber guardado silencio servil en este ultraje chileno a la Patria y a la juventud.

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1 ¿Serán peruanos o chilenos estos “especialistas”?

2 Los políticos y diplomáticos peruanos al servicio de Chile se enorgullecen al afirmar que el Perú respeta los tratados internacionales que firma. Sin embargo, pese a que no son nuevos los actuales incumplimientos de Chile del tratado de 1929, como buenos chulillos o felipillos siguen acatando la voluntad de su patrón y mandante del sur, que en la práctica sólo reconoce los tratados (o las partes de ellos) que convienen a sus intereses.

3 Como vemos, la salvaje ocupación de Lima en enero de 1881 no fue la primera invasión de los chilenos a nuestra capital. Nada de esto menciona el libro Huellas 3 / Estudios sociales escrito por mandato de los chilenos, ejecutado por sus sirvientes peruanos (los mencionados “especialistas de área” Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides) que se niegan a leer libros de historia fidedignos, como los de Jorge Basadre.
4 Escriben lo siguiente: “… cerca de 20 000 hombres […] fueron distribuidos en dos líneas defensivas […]. La primera fue derrotada en la batalla de San Juan, lo que permitió la ocupación chilena de Chorrillos. A pesar de haberse firmado un armisticio, el general chileno Baquedano atacó la segunda línea…” Esto sí que es maquillar la historia: ¿no hubo incendios en Chorrillos?, ¿no hubo asesinatos?, ¿no hubo violaciones?, ¿no hubo robos?, ¿no hubo saqueos? Para los mayordomos de Chile Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides no hubo nada de eso; para ellos mantener vivo el recuerdo de esa barbarie chilena es fomentar el odio y el revanchismo… ¡Viva Chile! ¡Chile maneja la educación de los peruanos mejor que nosotros mismos! ¡Abajo los cholos llorones y resentidos!
5 En la p. 145 tímida y mezquinamente ponen la palabra “héroes” en la leyenda de una fotografía de Miguel Grau y otros marinos. Pero esto no engaña a nadie: lo importante es que en los párrafos en que se narra las campañas terrestres y navales evitan emplear la palabra “héroe(s)”.

6 Lo que pasó fue que los chilenos hicieron todo lo posible para impedir la realización del plebiscito. Con esta finalidad, persiguieron, humillaron y asesinaron a los peruanos que en Tacna y Arica se oponían a la ocupación del ejército chileno y a la chilenización de dichos territorios peruanos. Nada de esto importa a los cinco lacayos (Juan Fuentes, Daniel Parodi, Marcos Guevara, Milagros Meneses y Rosa Benavides), para quienes sería un gravísimo pecado presentar a Chile como lo que es: un país agresor, ladrón de territorios e incumplidor de los tratados que firma.

Fuente:
http://connuestroperu.com/index.php?option=com_content&task=view&id=111&Itemid=30