10 mar 2011

La buena fortuna de los árabes en Perú se cuenta en "Las fronteras disueltas"

La buena fortuna de los árabes en Perú se cuenta en "Las fronteras disueltas".

Lima, 9 mar (EFE).- Los relatos sobre emigrantes son a veces terribles, casi siempre tristes, pero hay algunos casos, como el de los árabes en Perú, en los que la buena fortuna parece guiar los pasos de aquellos hombres que cruzaron océanos y continentes en busca de una vida mejor.

"Las fronteras disueltas", el último libro de la peruana Leyla Bartet, recoge mediante varias historias de vida el devenir de estos árabes que huyeron de la miseria y en dos o tres generaciones dieron el salto a la elite local despuntando en campos como la industria, la política o la intelectualidad.

"A veces llegábamos con el cuento de que en América había un lago cuyo fondo estaba empedrado de oro y donde vivían unas maravillosas princesas", fantaseaba Said Sahurriyeh, el pionero, el primer árabe de quien hay constancia en el Perú, allá por 1884.

La historia de Sahurriyeh, contada por su hijo y novelada por Bartet, resume a la perfección el itinerario de aquellos emigrantes: cargado de sueños, su barco naufragó al llegar a Montevideo y perdió todos los documentos, tuvo que deslomarse trabajando en el comercio, saltó después a Chile y más tarde a Perú.

Cuando reunió el dinero suficiente, volvió a Palestina para buscar esposa, pero se cuidó mucho de contar todas sus desventuras: seguía hablando de una América de "ríos de oro". Casado con una compatriota, regresó a Perú, cambió su complicado nombre por el de "Salomón" y terminó sus días en Chile, habiendo amasado una gran fortuna.

Entrevistada por Efe, Leyla Bartet cree que hay varias razones que explican el rápido ascenso social de los árabes peruanos: primero, porque no hubo una legislación específica que restringiera su llegada (como sucedió en Argentina o Chile); segundo, porque los rasgos raciales de los árabes los hacían rápidamente asimilables a la elite blanca, y es un hecho que ellos casi no se mezclaron con la población indígena. "Se casaban muy bien", resume Bartet con ironía.

Como la mayoría de árabes de América, los llegados al Perú se dedicaron primero al comercio, donde despuntaron rápidamente gracias a su política de precios bajos y ventas a crédito. Todos soñaban con regresar a su Palestina natal o al Líbano, y por ello buscaban esposas en su terruño.

Sin embargo, sus hijos se escolarizaron en Perú, olvidaron el árabe, se emparejaron con muchachas locales y comenzaron a ir a la universidad, lo que les permite el ascenso social al emprender profesiones liberales.

Hoy en día los árabes (unos miles de familias, pero no hay ningún censo preciso) se reúnen en el Club Unión Árabe Palestino y comparten la gastronomía levantina, pero en realidad están totalmente integrados en la vida social y política peruana; la excepción la constituyen los llegados en los últimos 30 años, generalmente musulmanes y mucho más apegados a sus costumbres, recuerda la autora.

Pese a su nombre, Leyla Bartet no tiene origen árabe, su nombre fue un capricho de su madre, que lo encontró sonoro. Sin embargo, lleva 30 años prestando un especial interés al mundo árabe e islámico, y de hecho ya publicó en 2003 otro libro sobre la emigración árabe en su país con el poético nombre "Memorias de cedro y olivo".

Aquel primer libro fue editado por el Fondo Editorial del Congreso (FEC) peruano, y llenó un vacío al unirse a obras similares sobre las comunidades de emigrantes japonesas, chinas o europeas; al ver su resultado, el Club Unión Árabe Palestino encargó a Bartet un segundo que recogiera algo así como "la memoria de las familias árabes".

Muchas de esas familias se animaron a rastrear en el baúl de los recuerdos sus viejas fotos en blanco y negro, que ahora componen las páginas de esta cuidada edición (también a cargo del FEC) de 218 páginas que contienen además imágenes de pasaportes antiguos, documentos de viaje, billetes de tren y hasta sellos de correos que vinculan a los personajes con su ajetreado pasado.

"Son historias de vida y yo me he sentido libre de darles una forma más literaria. No es un libro de antropología, es un híbrido a medio camino entre la literatura y la historia", reflexiona Bartet, que, en medio de las entrevistas y presentaciones, ya sueña con embarcarse en un nuevo proyecto, esta vez en los territorios palestinos. In cha allah, como dicen en Oriente.

Fuente:

http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5jmVvXggBPx4twRjMOLXa779noOjQ?docId=1481794

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