[Artículo de Fernando Thauby, un conferencista y autor chileno]
No hay buen viento para el barco que no tiene puerto
Es imposible llegar a un destino si no se tiene claro adonde se quiere ir. Sin saber a qué rumbo navegar es imposible aprovechar le viento para avanzar en forma rápida y segura.¿A dónde queremos ir en nuestra relación con Perú?.
Los gobiernos, y más comúnmente los Jefes de Gobierno, tienen la responsabilidad de la conducción de la política exterior de los estados y ésta se materializa mediante la sucesiva toma de decisiones frente a situaciones específicas.
Ellos no toman sus decisiones en el vacío, sino qué están bajo el influjo de la presión, estímulo o limitantes impuestos por otros elementos de la sociedad propia y de los otros actores internacionales.
Estas decisiones, a lo largo del tiempo, van configurando una “cultura” o memoria, constituida por el agregado de percepciones que van quedando en la opinión pública que, en los estados democráticos, es uno de los elementos relevantes en los procesos de toma de decisiones gubernamentales y en el corto plazo van conformando la “experiencia” personal del jefe de estado o gobierno durante su ejercicio.
Tenemos entonces que en Chile es el Presidente de la República quien toma las decisiones de política exterior y que ellas están influidas por una serie de elementos de diverso tipo: factores del entorno; sicológicos; internacionales y domésticos y que en este último está presente, en forma importante, la percepción y los valores de la opinión pública, la “cultura” o memoria colectiva de las relaciones de Chile con cada país o actor internacional específico, y que ambos niveles gubernamental y popular se influyen mutuamente.
¿Qué tipo de relación, qué condición de convivencia, desean los chilenos establecer con Perú?. Si revisamos la historia, en distintos momentos Chile ha tenido distintos elementos característicos en la relación. Tal vez el más persistente ha sido el de competidores, establecida por la idea de superioridad política, cultural, social y económica heredada por Perú de su condición de Virreinato, que fue puesta en duda y disputada por nuestro país.
Los cambios en el sistema internacional, domésticos, culturales y sociales afectan a la política exterior de los países. La sociedad chilena, en los últimos decenios ha transitado por rápidos y profundos cambios en esos cuatro órdenes, ¿cómo afectan ellos al tipo de relación que queremos con Perú?.
Las políticas exteriores de los estados se complican además por la existencia e interacción de individuos y grupos con diferentes agendas, preferencias e intereses, pero ello no disminuye el peso ni la relevancia de la opinión pública, la que sigue estableciendo los márgenes a las políticas y acotando las decisiones gubernamentales que está dispuesta a apoyar o no.
Al comienzo del siglo XXI y después de toda el agua corrida bajo el puente que nos une al Perú: ¿qué condición queremos establecer hacia el futuro?: socios?, competidores?, adversarios?, enemigos?. Nos gustaría un Perú próspero?, arruinado?, estable?, cercano?, alejado?.
Obviamente nuestros propósitos son nuestros y los de Perú son de ellos, pero si fueran coincidentes, las posibilidades de materializarlos serían altas; si no coincidieran, su concreción sería improbable; si fueran opuestos, podrían llevarnos a una condición de conflicto recurrente; y si fueran antagónicos, podrían conducirnos a la hostilidad o directamente a la guerra.
Pareciera necesario entonces establecer con cierta seguridad cuál es el “consenso compartido” en Chile a ese respecto. Hacer público ese debate, discutirlo y conocer qué es lo que pensamos. Un segundo paso,- y dado que para bailar tango se necesitan dos -, es determinar, con la mayor certeza posible, cuál es el rango de alternativas en que se mueven las expectativas en Perú. Esa es una labor académica, política y de inteligencia estratégica.
Lo que no podemos seguir haciendo es enviar señales contradictorias que desorientan a nuestros interlocutores, señales que emanan, a mi entender, del movernos simultáneamente en dos planos, uno racional y público y otro emotivo y sub entendido o, visto desde otro ángulo, de mirar el problema en forma sesgada por los intereses corporativos o hacerlo con la mirada del interés nacional.
En este orden de cosas es decidora la reacción inicial del actual Ministro de Defensa y de varias autoridades y personajes públicos del gobierno de la Concertación, que ante la incomunicación y parálisis del sistema nacional de comunicaciones en los primeros días pos terremoto y maremoto, en una reacción instintiva y por lo tanto desde la profundidad de su afectividad, enfocaron las fallas desde una perspectiva “de grave problema de defensa nacional”.
¿Es que Chile está al borde de una guerra?. ¿Es que estamos a la espera de un ataque externo?, ¿de quién?, ¿con qué propósito?. Si no es de Argentina, con quienes tenemos excelentes relaciones, ¿es acaso de Perú?, ¿tiene relación este sentimiento con la acumulación de fuerzas militares en el extremo norte?.¿Es ésta la percepción sólo de algunas elites auto motivadas o es el sentir de la opinión pública nacional?.
Los gobiernos de la Concertación, dentro de su política de cooptación hacia los militares, exageraron su apoyo, en forma y fondo,- a veces con un lenguaje incivil y provocativo-, a decisiones institucionales militares que, carentes de un marco de dirección política explícito, marcharon cada cual por su cuenta y lo que resultó de ello no fue el fruto de un concepto estratégico consistente con una política de estado, sino el resultado del azar de decisiones tomadas independientemente bajo criterios técnicos o de preferencias doctrinarias. Este apoyo, y el lenguaje empleado, también contribuyeron al reforzamiento de ciertos sectores de opinión pública que suelen manifestarse en blogs y cartas a la prensa escrita.
El silencio del actual gobierno pareciera confirmar la continuidad del rumbo del gobierno anterior, más aun cuando se insiste en la repetición acrítica de que “la defensa en Chile es una política de estado”.
Habría que preguntarse si sólo es falta de tiempo y ganas de hacer una revisión de dicha política o es una elección deliberada de continuar las mismas prácticas.
La continuidad en sus cargos de las mismas personas - de Ministro a asesores -, que conformaron los Ministerios de Defensa de la Concertación, y la incorporación a cargos políticos de ex altos mandos militares que actuaron junto a ellos y fueron quienes tomaron las decisiones que nos han llevado a donde estamos, podrían confirmar lo segundo.
Mientras esto no se aclare, seguiremos navegando hacia un puerto indefinido y por lo tanto inalcanzable.
Fuente:
http://blog.latercera.com/blog/fthauby/entry/no_hay_buen_viento_para
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